El Duende Zahorí




Todos los duendes que habitan en las montañas de Cantabria no son bromistas como el Trastolillo y el Trenti... Entre los que se dedican a hacer el bien, ocupa el primer lugar, un enanito que no tiene nombre conocido... y a quien la gente llama a veces "enano que todo lo encuentra", "buscador milagroso de las cosas perdidas" o "duende de los extravíos"... Todos los apelativos son justificados, porque verdaderamente, aquel que pierde algo y acude a él para que se lo encuentre recupera la cosa perdida... Ayuda, por tanto, a las personas buenas a encontrar objetos perdidos, pero no socorre a quienes tengan mala intención, burlándose de estos desde su escondite en la espesura.

El duende zahorí... es pequeñito, de cara redonda, nariz larga y afilada, ojos negros grandes y pelo rubio... Su voz es ronca, como si estuviera siempre enfadado, cosa que raramente ocurre, pues le gusta la chanza y tiene risa, larga y burlona.
Siempre va deprisa, cuestas arriba y cuestas abajo, calzado con unas sandalias de piel amarilla o con zapatones de madera de fresno y suela de piedra... Porta una honda y un catalejo con el que ve las cosas más lejanas.

En Cantabria, cuando alguien pierde algo, lo primero que hace es salmodiar esta invocación:


"Duende, duende, duendecito,
una cosa yo perdí;
duende, duende, duendecito,
compadécete de mí."


Si la persona que lo invoca es buena, el duende zahorí llega rápidamente y escucha con atención la descripción del objeto perdido y hace una indicación al que lo invocó para que le siga. Da muchos rodeos antes de dirigirse al lugar donde está el objeto y si ve que la persona empieza a impacientarse y a dudar de él desaparece de repente y luego, ya solo, recupera el objeto y se lo regala a algún necesitado.

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